Éxodo 2
11 Y aconteció que en aquellos días, crecido ya Moisés, salió a donde sus
hermanos y vio sus duros trabajos; y vio a un egipcio golpeando a un
hebreo, a uno de sus hermanos. 12 Entonces miró alrededor y cuando vio que
no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13 Y al día
siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían, y dijo al culpable: ¿Por
qué golpeas a tu compañero? 14 Y él respondió: ¿Quién te ha puesto de
príncipe o de juez sobre nosotros?
¿Estás pensando matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo
miedo, y dijo: Ciertamente se ha divulgado el asunto. 15 Cuando Faraón se
enteró del asunto, trató de matar a Moisés; pero Moisés huyó de la
presencia de Faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián, y allí se
sentó junto a un pozo.
16 Y el sacerdote de Madián tenía siete hijas, las cuales fueron a sacar
agua y llenaron las pilas para dar de beber al rebaño de su padre. 17
Entonces vinieron unos pastores y las echaron de allí, pero Moisés se
levantó y las defendió, y dio de beber a su rebaño. 18 Cuando ellas
volvieron a Reuel, su padre, él dijo: ¿Por qué habéis vuelto tan pronto
hoy? 19 Respondieron ellas: Un egipcio nos ha librado de mano de los
pastores; y además, nos sacó agua y dio de beber al rebaño. 20 Y él dijo a
sus hijas: ¿Y dónde está? ¿Por qué habéis dejado al hombre? Invitadlo a
que coma algo. 21 Moisés accedió a morar con aquel hombre, y él dio su
hija Séfora a Moisés. 22 Y ella dio a luz un hijo, y Moisés le puso por
nombre Gersón, porque dijo: Peregrino soy en tierra extranjera.
23 Y aconteció que pasado mucho tiempo, murió el rey de Egipto. Y los
hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y su clamor,
a causa de su servidumbre, subió a Dios. 24 Oyó Dios su gemido, y se
acordó Dios de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Y miró Dios a los
hijos de Israel, y Dios los tuvo en cuenta. |
Éxodo 3
1 Y Moisés apacentaba el rebaño de
Jetro su suegro, sacerdote de Madián; y condujo el rebaño hacia el lado
occidental del desierto, y llegó a Horeb, el monte de Dios. 2 Y se le
apareció el ángel del SEÑOR en una llama de fuego, en medio de una zarza;
y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía en fuego, y la zarza no se
consumía. 3 Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta
maravilla: por qué la zarza no se quema. 4 Cuando el SEÑOR vio que él se
acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza, y dijo:
¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. 5 Entonces Él dijo: No te
acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde
estás parado es tierra santa. 6 Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés
cubrió su rostro, porque tenía temor de mirar a Dios.
7 Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está
en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy
consciente de sus sufrimientos. 8 Y he descendido para librarlos de mano
de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y
espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos,
de los hititas, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los
jebuseos. 9 Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado
hasta mí, y además he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10 Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a mi pueblo, los
hijos de Israel, de Egipto. 11
Pero Moisés dijo a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los
hijos de Israel de Egipto? 12 Y El dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y
la señal para ti de que soy yo el que te ha enviado será ésta: cuando
hayas sacado al pueblo de Egipto adoraréis a Dios en este monte. |
Gálatas 4
21 Decidme, los que deseáis estar bajo la ley, ¿no oís a la ley? 22 Porque
está escrito que Abraham tuvo dos hijos, uno de la sierva y otro de la
libre. 23 Pero el hijo de la sierva nació según la carne, y el hijo de la
libre por medio de la promesa. 24
Esto contiene una alegoría, pues estas mujeres son dos pactos; uno procede
del monte Sinaí que engendra hijos para ser esclavos; éste es Agar. 25
Ahora bien, Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén
actual, porque ella está en esclavitud con sus hijos. 26 Pero
la Jerusalén de arriba es libre;
ésta es nuestra madre. 27 Porque escrito está:
«Regocíjate, oh estéril, la que no concibes; prorrumpe y clama, tú que no
tienes dolores de parto, porque mas son los hijos de la desolada, que de
la que tiene marido.»
28 Y vosotros, hermanos, como Isaac, sois hijos de la promesa. 29 Pero así
como entonces el que nació según la carne
persiguió al que nació según el Espíritu, así también sucede ahora. 30
Pero, ¿qué dice la Escritura?
«Echa
fuera a la sierva y a su hijo, pues el hijo de la sierva no será heredero
con el hijo de la libre.»
31 Así que, hermanos, no somos hijos de la sierva, sino de la libre. |